José Manuel Zamudio, más conocido como Totoy, siempre tuvo pasta de artista. Le gustaba la música y también escribía en un taller literario, pero a la hora de decidirse por estudiar optó por entrar a Ingeniería en Acuicultura en la Universidad Andrés Bello. No fue hasta segundo año de carrera, cuando un compañero de colegio le regaló unos óleos y unos pinceles, que se dio cuenta que se quería dedicar a la pintura.
Tus pinturas tienen un sello muy característico, ¿cómo descubriste que este era el estilo que querías seguir?
Al principio tienes influencias de otros artistas y es esa cercanía la que te ayuda a enamorarte de la pintura. Después aparecen indicios de que hay algo nuevo, muy tuyo y personal confundido al principio y después revelado.
¿Qué buscas transmitir con tus pinturas?
Ternura, cariño, felicidad, juego, risa, buena onda, luz, calor y calma; y luego más juego y colores felices, repetidos y dibujados.
¿A qué artista nacional e internacional admiras?
Matta, Picasso, al grupo Cobra, a Egon Schielle, etc.
¿Qué tal tu experiencia en Faxxi? ¿Los chilenos somos buenos para apreciar y adquirir arte, o es más la pose de ir a darse una vuelta a la feria y nada más?
A mí me fue muy bien, llegó mucha gente que compró. Hay más conocimiento de los compradores y también hay más variedad. Se están dando señales de cambio, hay más interés por el arte, la estética, fotografía, los vídeos y por compartir imágenes. Más que lectores, hoy somos devoradores de imágenes y eso ha transformado un poco el mapa. Hay actores nuevos o más recientes en esto, gestores anónimos, curadores y marcas dispuestas a hacer algo con el arte y de impactar directamente con ello. Hoy para el arte no es fácil ser noticia, tienes que competir con todo lo demás.
¿Cuál es tu principal crítica al ambiente del arte en Chile?
Faltan recursos y una política que ayude de verdad sin favoritismo a los emprendimientos culturales, sin menospreciar a los que vienen de otros sectores. El Fondart (Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes) ayuda, pero es insuficiente y escaso, por no decir que funciona más o menos o que decididamente no lo hace. Falta más infraestructura y querer cambiar las cosas de verdad. Vamos bien, pero falta.
¿Qué sueños te quedan por cumplir como artista?
Tener una galería, una escuela tipo taller del Renacimiento y una tienda donde vender mis obras: desde zapatillas hasta alfombras. Los otros son muy ambiciosos y no sería bueno revelarlos, es más pudor que otra cosa. No tengo ganas de ser famoso ni reconocido y si ha llegado ha sido por mi trabajo. Vine al mundo a querer y a hacerlo más colorido, liviano, sonriente y juguetón.
¿En qué proyectos estás actualmente?
Preparando dos muestras internacionales, una que pronto se realizará en una galería de Palermo Soho en Buenos Aires y en Chile expondré en dos meses más en Concepción. Al mismo tiempo estoy terminando unos encargos y trabajando en mi taller, Corinto 1740 b, Vitacura, donde pueden adquirir mis trabajos.