- Por Valeska Ananías, Directora Clínica Centro Neurocognitivo Infanto Juvenil Psicoeduka
Luego de las vacaciones de verano y el inminente regreso a clases, es posible que los niños presenten algunos síntomas físicos y emocionales que acompañan este período de cambio que afecta tanto al alumno como a su familia. Esto porque la vuelta al colegio no es fácil, ya que implica volver a la rutina, a los horarios, a madrugar, estudiar, tener que hacer tareas, etc. y, al igual como a los más grandes les cuesta retomar la rutina laboral, a los más chicos también.
Por este motivo, siempre se deben tener en consideración algunas recomendaciones para evitar que la vuelta a clases de los chicos sea un proceso traumático, o que les genere estrés o ansiedad.
En este sentido, lo primero que se debe tener en cuenta es planificar un pequeño periodo de anticipación y adaptación del menor, que ayuda a reducir los niveles de ansiedad y baja el estrés frente a situaciones que, a pesar de que son conocidas para los niños, a veces generan muchas expectativas. Lo más probable es que tengan compañeros o profesores nuevos, también estrenan sus materiales y sus uniformes, por lo tanto, esa sensación de volver al colegio y encontrarse con todas estas cosas les genera mucha ansiedad. Si los padres anticipan esta situación informándoles la fecha en que van a entrar a clases, o quién los irá a dejar o a buscar, por ejemplo, favorece que se reduzcan estos niveles de estrés y tengan un mejor comportamiento adaptativo.
La segunda recomendación importante, es que una semana antes del inicio de clases se debe empezar a retomar ciertas rutinas paulatinamente, como acostarse más temprano, ordenar el dormitorio, leer por las noches o contarles un cuento antes de dormir. Lo que no es recomendable, es que la rutina cambie de un día para otro abruptamente, es decir, el fin de semana están en la playa y al otro día a las seis de la mañana se despiertan para ir al colegio, pues no se le da tiempo a los niños para acostumbrarse ni adaptarse, ya que durante el verano se acuestan más tarde, se levantan más tarde y en el colegio tienen que tomar una rutina bastante más exigente.
Otra sugerencia relevante es no dejar de lado la motivación, esto porque el periodo de vacaciones es para pasarlo bien, comer cosas ricas a cualquier hora, etc. y entrar al colegio significa reglas, límites, estructuras, horarios, cumplimiento de deberes y responsabilidades, por lo tanto, el cambio de un escenario a otro a veces puede suponer para los niños incluso una desmotivación. Entonces, ahí la intervención de los padres es fundamental en el mensaje que se le transmite, motivándolos y explicándoles que será un periodo entretenido, que se van a encontrar con sus amigos, que van a aprender muchas cosas y que lo van a pasar bien. El mensaje de motivación busca generar un pensamiento divergente, un pensamiento curioso que ayude, facilite y promueva el aprendizaje.
Por otro lado, se debe controlar el uso de tablets, celulares y pantallas en general. Obviamente que durante el verano los niños están mucho más expuestos a una libre demanda de artículos tecnológicos, entonces, se sugiere s que en este período vaya disminuyendo en forma paulatina su uso y acceso a tecnología, y por supuesto que en las noches se eliminen este tipo de instrumentos y aparatos. Cuando los niños abusan de estos aparatos, se afecta una glándula del cerebro que altera los circuitos del sueño, entonces, si pasa largas horas con un teléfono o tablet le costará mucho más conciliar el sueño, y el no tener un sueño reparador no favorece el aprendizaje ni las capacidades cognitivas necesarias para generar nuevos procesos de aprendizaje.
Finalmente, una sugerencia para los más pequeños que recién ingresan a la educación preescolar, es que los padres puedan acompañarlos en ese proceso durante los primeros días, esto porque las primeras horas van generando un vínculo cercano con la educadora, básicamente para generar un ambiente de confianza y de reciprocidad, que es importante para que los niños se sientan seguros. Por lo tanto, el consejo es que la adaptación sea un proceso positivo, pues se debe recordar que la medida en que las experiencias de aprendizaje son positivas y agradables, nuestro cerebro las reconoce como tal y, por tanto, se predispone a una conducta mucho más positiva hacia las nuevas experiencias. En cambio, sí son experiencias negativas, traumáticas o de mucho estrés, el niño probablemente tendrá rechazo a ciertas experiencias, por lo que hay que tener muy claro que en este periodo es importante darles tranquilidad y contención.