Chile: ¿Cada vez más violento?

Hace unos días los medios repetían una y otra vez la imagen de Franco Ferrada Román, un joven de 20 años que literalmente se lanzó a los leones del Zoológico Metropolitano ¿Intento de suicidio? La Policía de Investigaciones (PDI) está indagando.

El hecho prendió las redes sociales. Los primeros en “saltar” fueron los animalistas ¿Por qué quitar la vida a la pareja de leones si fue el humano quién provocó el ataque? Pareciera que ante hechos como estos nuestra sociedad poseyera un profundo desprecio por la vida humana. La gente hacía sus descargos mientras los psicólogos de diferentes organizaciones defendían al muchacho explicando las posibles causas de la acción.

Según la magister en Psicología Clínica Trinidad Coloma, en este caso el desprecio se produce frente a la locura, pues a lo largo de la historia el loco ha sido marginado de la familia y las sociedades, siendo escondido, apartado y encarcelado. “Existe un rechazo radical frente a la figura del enfermo mental, resulta muy difícil identificarse con la ausencia total de juicio frente a la realidad, parece algo ajeno, inconcebible, nos atemoriza e incluso violenta (…) Entender al loco implicaría traspasar ciertas fronteras dentro de nosotros mismos, entrando en contacto con nuestra propia locura”, explica.

En el caso específico de este fin de semana, tenemos la figura de los animales con los que “al parecer” resultaría mucho más fácil identificarse, ya que son vistos como seres vulnerados, maltratados, encerrados, y que por ende “habría que protegerlos”, desconociendo su naturaleza instintiva de depredador ¿Qué es lo que ocurre? Se polarizan los lugares. El hombre queda en el lugar del sádico asesino y el animal en el lugar del humano, vulnerable y frágil.

Según la especialista se dan vuelta los papeles y nadie se da cuenta que tanto el loco como el animal muchas veces padecen de lo mismo: segregación y maltrato social. “Estas figuras son tomadas por las personas como excusas para vehiculizar batallas internas que no han sido trabajadas: voy a estar del lado del personaje que me identifique más, perdiendo objetividad al estar involucrado emocionalmente. Es decir, hay más seres que se sienten como los leones, que como el loco y su padecimiento”, explica.

Pero la sociedad manifiesta su desprecio a la vida del muchacho de forma violenta y agresiva. El tema no pasa, simplemente por opiniones expresadas en las redes sociales, pues los hechos aparecen cada día en los noticieros centrales. Homicidios extremos, conductas excesivas ¿Cómo olvidar a aquel jefe que “castigó” a su empleada arrojándole agua hirviendo o el médico que desató su ira en Viña del Mar por no querer compartir el ascensor con un perro? ¿Nos estamos convirtiendo en una sociedad agresiva?

En una entrevista a Publimetro, el sociólogo, académico y analista político Felipe Portales, autor de “Los mitos de la democracia chilena”, explicó que para algunos la violencia es un rasgo que está en nuestra forma de ser. El periodista preguntó de dónde viene eso, y él respondió, “Uf, quién sabe. A veces parece que esa mentalidad viniera de la Guerra de Arauco. Este es el país más violento de toda América. En el resto del continente los indígenas fueron sometidos rápidamente, aquí no. Chile es una sociedad de frontera, con una guerra permanente, que a veces es abierta, pero que muchas veces está latente. Y era una guerra muy compleja, porque había indígenas a ambos lados y se pasaban de un bando a otro. El caso de Lautaro es un gran ejemplo: un indígena domesticado que mata al conquistador. Es como un enemigo interno (…) En la historia chilena hay un recurso permanente a la violencia. Se trata de no usarla, pero se llega a ella tarde o temprano”.

Pese a este antecedente histórico, la psicóloga Trinidad Coloma no cree que nos estemos transformando, necesariamente en una sociedad más belicosa, sino pone hincapié en las manifestaciones de violencia. “Antes existía el coliseo romano y hoy están las plataformas virtuales que exhiben muchas cosas tremendas de la naturaleza humana. Yo me preguntaría, ¿cuáles son las formas de violencia que están emergiendo en nuestros tiempos? y ¿qué estamos haciendo como sociedad para facilitar aquello?”, cuestiona.

Según el analista del Área de Estudios del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) Gino Bustos, el informes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) demostraba en 2015 que la sociedad chilena canaliza el malestar de una manera más directa, pues “hoy las personas sienten que tienen la necesidad imperiosa de exigir los cambios necesarios para mejorar su situación”.

Para Bustos, el descontento de la sociedad surge por la manera en que las personas se ven hoy enfrentadas a las circunstancias políticas, económicas o socioculturales que no están respondiendo a las necesidades, no solo de los jóvenes, sino también, de la sociedad de manera integral.

“Yo creo, a modo personal, que la sociedad chilena está viviendo un momento de desencanto social, donde por una parte los umbrales de confianza entre las personas son muy bajos, y por otro lado, los cuestionamientos surgidos a instituciones tradicionales, que garantizarían la integridad de la sociedad, han modificado la manera en que convivimos”, nos cuenta Bustos.

Por los motivos anteriores, se desprende que la efervescencia social surgida, ya sea por las detenciones ciudadanas o protestas, deberían ser observadas con bastante detenimiento. No sólo por la trascendencia que esto trae para la salud de nuestra democracia, sino también, por las pautas de comportamiento social con las cuales nos estamos relacionando.

Redondeando. La falta de reflexión e introspección reproduce seres que se desconocen y por ende carecen de empatía. “Nos encontramos en una sociedad vacía y frívola, desconectada de nuestro mundo interno. Esta distancia con nosotros mismos deshumaniza, estamos muy lejos de nuestras verdaderas necesidades y miserias, y por ende, más aún de las del resto. Nuestro propio rechazo de lo que nos hace humanos es lo que transformamos en desprecio ajeno”, concluye Coloma.

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