- Por Valeska Ananías, directora clínica Centro Neurocognitivo Infanto Juvenil Psicoeduka.
Sin duda que el 2020 ha sido un año complejo en términos educativos y a nivel emocional para los niños, estudiantes, familias, equipos directivos y docentes. Además, ha traído mucha inestabilidad e incertidumbre que nos ha obligado a replantearnos el modelo educativo, la forma en que debemos educar, el desafío de poder adaptarnos y flexibilizar ante el nuevo escenario que nos dejó la pandemia.
Si bien es cierto que estamos a fin de año y varias comunas del país han salido de las cuarentenas obligatorias, sigue habiendo temor, incertidumbre y una sensación de falsa tranquilidad. La gente ha retomado sus vidas y actividades normales porque están desesperados y necesitan trabajar, pero lo hacen con el miedo que esto implica. Por lo tanto, ha sido un año desafiante en términos de aprendizaje para todos, no sólo en lo escolar, sino también en los ámbitos que el ser humano se ve involucrado.
La pandemia nos ha dejado en evidencia además las desigualdades que existen en educación y cómo nuestro sistema educativo carece de metodologías y herramientas que permitan asegurar una educación de calidad para todos los niños. La tecnología, el uso y acceso a computadores o tablets nos han mostrado que finalmente Chile sí tiene desigualdad en términos escolares y que sí tenemos un desafío mayor en cuanto a políticas públicas respecto de cómo hacemos que la educación, pese a las circunstancias, a las adversidades que el contexto puede ir presentando, logre finalmente el propósito final que es que todos los niños y jóvenes reciban una educación de calidad.
Entonces, la pandemia nos ha dejado un desafío más latente, que si bien antes sabíamos que había una desigualdad y una brecha importante en términos de niveles socioeconómicos, vino a desenmascarar todo lo que estaba oculto y lo que no queríamos poner sobre la mesa. Por lo tanto, el llamado es al Ministerio Educación y a las entidades educativas del Gobierno no sólo a generar programas de mayor inclusión, sino que también a elaborar propuestas de trabajo que sean más flexibles, que se adapten a la realidad de las personas y que permitan también la flexibilidad ante diferentes escenarios.
Por otro lado, es muy importante destacar que el gran trabajo y la medalla se la llevan los padres y profesores. Pero por sobre todo, los aplausos son para los docentes que de alguna manera instalaron sus aulas de clase en sus casas, adecuaron sus espacios y muchas veces pusieron de sus propios recursos para poder educar y seguir conectados con sus alumnos. Por lo tanto, el reconocimiento es para el cuerpo docente que se ha esforzado y trabajado arduamente de sol a sol, de mañana a tarde, con el objetivo de continuar con su labor educativa. No es menor algo menor, pues los profesores también han vivido un estrés importante porque no solo tienen que seguir con su trabajo, sino que también deben continuar con sus vidas y familias.
A nivel emocional, a pesar de que han aumentado las consultas psicológicas por estrés, angustia y ansiedad, los jóvenes y niños han demostrado su capacidad de adaptación y flexibilidad a este nuevo escenario bastante adverso. Los menores en general están más estables emocionalmente y varios quieren seguir en casas con sus padres, y acá creo que viene un desafío tremendo para el próximo año si es que los colegios retoman sus actividades, y es cómo nos adecuamos nuevamente a la vuelta a clases. En ese sentido, se va a necesitar un retorno cauteloso, sutil y ajustado, por lo que no sería positivo un nuevo cambio muy abrupto o apresurado.
Este 2020, más que un año perdido en lo curricular y viendo le vaso medio lleno, también nos ha permitido ganar en términos de aprendizaje emocional, ya que hemos cultivado la paciencia, la tolerancia, los aspectos vinculares y permitió que la familia se volviera a reunir, lo que ha sido muy positivo.
Finalmente, y con respecto a un eventual retorno a clases presenciales en febrero del 2021, si el Ministerio de Educación y las instituciones educativas proponen un modelo que asegure la salud como derecho primordial, que permita reducir de manera considerable el nivel de contagio y un modelo de trabajo que se ajuste también a la demanda escolar, me parece que podría ser una alternativa. Ahora, lo que uno esperaría es que se presente un programa o una propuesta seria, que no sea de ensayo y error, y que considere la posibilidad cierta de una nueva una ola de contagios, sobre todo en los meses fríos. Las autoridades deben anticiparse a ese escenario, ya lo vivimos este año y nos pilló sin ninguna estrategia ni medida de contención. Se debe trabajar en la fórmula correcta en que los niños puedan seguir cursando sus materias, pero obviamente asegurando la salud ante todo como un derecho.